Es incrible la cantidad de costumbres ridículas, estúpidas, molestas, que ha adquirido el ser humano a lo largo de su evolución.
Cada mañana, veo a la gente correr cuando la puerta del autobús ya se ha cerrado y agitar su mano (claro, el huracán que provoca este movimiento detendrá seguro el vehículo), mirando el reloj cada tres segundos para comprobar nuevamente que llegan tarde de nuevo a trabajar.
Especialmente molesto es el hábito de entrar corriendo en el vagón del metro y pararse. ¡Ah! Yo estoy adentro, jodete ! ... - Uy, perdona, ¿que no podes entrar vos también porque me estoy parado en medio de la puerta y empiezan a cerrarse? Lástima... Podría entrar un poco más, porque hay espacio de sobra, pero eso implicaría sentido común.